A estas alturas el mundo entero está acostumbrándose a la nueva normalidad, una que no imaginábamos hace un año y que apenas hace tres o cuatro meses veíamos a la distancia, resistiéndonos a creer que debíamos cambiar nuestra forma de hacer las cosas. Poco a poco hemos reaprendido desde lo más básico, como lavarnos las manos, hasta lo más complicado y absurdo, como usar cubrebocas, mascarillas, caretas, gel antibacterial, así como formarnos guardando sana distancia y desconociendo a nuestra familia para hacer el súper o comprar el pan.
En México, a diario nos repiten los cuidados que debemos tener y cómo retomaremos nuestras actividades de ahora en adelante. Sin embargo, a los libreros y lectores se nos explica muy poco sobre cómo será el mundo del libro en los próximos meses y años. ¿Ya están abiertas las librerías? ¿Ahora debo comprar todos mis libros por internet? Muy pocos lectores lo tenemos claro porque las librerías no figuran en las listas de reapertura de industrias y comercios y mucho menos en el semáforo epidemiológico que publica la Secretaría de Salud. No por ello los negocios dejan de existir ni los lectores vamos a desaparecer.
Le queda a cada librero la tarea de ubicarse dentro de las diversas industrias y de planear por sí mismo la reanudación de sus actividades. Es verdad que casi todas las librerías han creado estrategias de venta a través de redes sociales y sus propios sitios de internet, pero los lectores no nos acostumbraremos nunca a ordenar un libro como se ordena una pizza. Seguimos esperando el momento de pisar de nuevo una librería y ver cientos de portadas acomodadas sólo para nuestra degustación, de acudir a una presentación o charla con el autor, de concurrir con amistades a una librería con café. ¿Cómo se está preparando ese momento dentro de la nueva normalidad tan mencionada? Más allá de ofrecer descuentos o entrega a domicilio, en realidad hay pocas señales.
En Guadalajara, Macario Zamora adaptó su camioneta para crear una pequeña librería móvil que recorre la ciudad. La idea se replica en muchos proyectos que ofrecen algo similar, pero para el lector en cuarentena que disfruta la atmósfera de las librerías esa opción no puede ser la única de aquí al final de los tiempos. En España, por ejemplo, algunas librerías están abriendo “con cita previa”, que no consiste en recorrer la librería en grupos reducidos, sino sólo hacer tu pedido por teléfono o internet y acudir a recogerlo el día que lo tengan listo. ¿Ocurrirá lo mismo en México?
Lo que sabemos con certeza es que las librerías, como todo tipo de negocio, deberán tomar todas las medidas para asegurar la salud de sus empleados, en primer lugar, y después de todas las personas que asistan. El uso de cubrebocas y caretas deberá ser obligatorio. Lo mismo para el gel antibacterial, la sana distancia y, por ende, la restricción de entrada sólo a cierto número de personas. Esto último genera un problema mayor, pues no es lo mismo comprar en una librería que visitar una librería. Alguien deberá pensar en el tiempo que tendrá cada usuario dentro del sitio. Y las presentaciones con firmas de libros, ¿cómo serán en el futuro?
En México, las primeras propuestas interesantes las ofrece la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más importante del país, que no ha modificado su fecha de realización de este año, del 28 de noviembre al 6 de diciembre, pero ha anunciado que se reducirá el número de asistentes al menos en 50%, se cancelarán las firmas de libros y convivencias con autores, se eliminarán los folletos y programas de mano, se asegurará la sana distancia y se dará mayor impulso a todas las actividades por internet.
El caso de la feria de libros más importante del mundo, la de Fráncfort, será ejemplar para lo que se haga a partir de ahora. La feria está programada del 14 al 18 de octubre y seguirá siendo presencial, aunque los boletos se podrán adquirir sólo por internet para eliminar las taquillas, además de que reducirán el número de asistentes, ampliarán los pasillos y otorgarán mayor espacio a cada stand.
Estas propuestas nos dan a los lectores la esperanza de que muy pronto podremos regresar a las librerías, pero no dejan de ser generalidades de la nueva normalidad que enfrentaremos en cada ámbito: más espacio y menos gente. Necesitamos más claridad sobre el futuro del mundo del libro. Los libreros deben plantear algo más que un descuento, una fila organizada y gel antibacterial en la entrada para que la experiencia de comprar un libro sea distinta de la de comprar ropa, asistir a un concierto, un cine o una plaza comercial.
Si como lectores y libreros no advertimos la diferencia del libro como un producto único que requiere una experiencia distinta, algo estamos haciendo mal porque nadie lo hará por nosotros. Los lectores debemos exigir una experiencia distinta. Los ejemplos de las ferias de Guadalajara y de Fráncfort son clave para vislumbrar el futuro de las librerías. La pregunta es cómo los usuarios vamos a participar de las ferias y las librerías porque, si bien el espacio lo crean los stands y anaqueles, la atmósfera se modifica con la intervención de los asistentes. Las ferias las hacen los lectores, las librerías las hacen los lectores. ¿Cómo vamos a recuperar nosotros mismos esos pocos espacios?
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