Por Roberto Feregrino
Hace unos días comencé a leer un libro de entrevistas bastante interesante de Miguel Ángel Quemain, el cual lleva por título Voces cruzadas. Procesos de creación en la literatura europea contemporánea, publicado por la editorial Resistencia. Es una suerte de charlas con escritores que van desde Julia Kristeva hasta Javier Marías, pasando por Álvaro Pombo, Doris Lessing, Juan Goytisolo o William Boyd, sólo por mencionar algunos de los 31 que aparecen en él.
Leer este trabajo que preparó Quemain en 2005 (y que mereció la beca del FONCA en 1995) resulta revelador, porque —a tan sólo 15 años de distancia— podemos darnos cuenta de que la vida ha sido demoledora en toda la extensión de la palabra, tanto en política como en arte; derechos humanos o tecnología. En la última década la virtualidad adquirió una velocidad inusitada y más aún en los últimos meses con el confinamiento, porque debimos aprender a usar las plataformas tanto para lo escolar como para lo laboral, sin olvidar las reuniones sociales o cumpleaños debido al distanciamiento. Es verdad que aún nos encontramos en una situación delicada, pero poco a poco la gente ha ido adaptándose a la “sana distancia”, al uso de cubrebocas y al gel antibacterial, aunque en muchos ámbitos se sigue trabajando vía remota. Antes teníamos que esperar a que fueran las 8:30 pm para ver un capítulo de Los Simpsons en la televisión, ahora a nuestro celular nos llega la notificación de que próximamente dará inicio alguna conferencia desde Tijuana o Campeche que podemos seguir desde Facebook o YouTube. ¡Cómo ha cambiado todo en tan poco tiempo!
En Voces cruzadas… hay una entrevista con el escritor italiano Claudio Magris en la que Quemain lo cuestiona sobre la génesis de su novela Otro mar y él contesta: “Hace muchos años comentaba con Marie, un poeta gran amigo mío, sobre Enrico Mreule, […] que hablaba griego antiguo como nosotros hablamos nuestra lengua cotidiana, pero que caminaba con los pies descalzos, que quería tirar todo y que un buen día partió para la Patagonia donde vivió solo con sus rebaños, con sus clásicos griegos y de vez en cuando con alguna mujer encontrada en una caravana de paso”. Obviamente esto hace reflexionar a Magris: ¿por qué un hombre es capaz de dejarlo todo e irse a tomar el rumbo idealizado por Fray Luis de León, es decir, el de una vida retirada? En estas cavilaciones se da cuenta de que Enrico no huía “para encontrar una vida más intensa”, sino al contrario, “para reducirse, para existir menos”. ¿Existir menos? En efecto, la existencia en estos tiempos resulta casi casi un acto de sobrevivencia porque no hay momento en que podamos tener paz: ora trabajamos en casa, ora tenemos que atender cuestiones familiares, ora debemos aprovechar nuestros días de descanso para preparar todo para la semana. No hay un momento que sea realmente nuestro, que nos pertenezca. Claudio entonces se da cuenta de que hay personas demasiado sensibles como Enrico, sensibles “a las violentas transformaciones de nuestra civilización, de nuestra historia”. Los cambios avasallantes que trae consigo la modernización impactan, debido a ello muchos nos quedamos fuera y otros más adquieren fuerza cumpliendo aquella sentencia darwiniana: sobrevive el más apto. Aprender o morir. Adaptarse o perecer. No resulta extraño que haya gente como Mreule, que decide retirarse para reducirse.
Otro aspecto importante de la charla es cuando Claudio habla sobre nuestra aparente necesidad de alejarnos del presente. Al parecer, cada momento que pasa es un momento que nos resulta ajeno y del que debemos deshacernos cuanto antes, esperando un momento mejor. En los Diarios de Cristobal Colón se lee que la búsqueda del Dorado fue una travesía de arduas caminatas, pero sin poder alcanzar aquello que buscaba: ese hombre de oro para poder llenarse los bolsillos. Nunca lo encontraron por más que caminaron. Los conquistadores vieron infinidad de paisajes, lagos, lagunas, claros en el bosque, frutas y animales exóticos, pero nada de eso tenía sentido porque lo importante era alcanzar aquello que los haría ricos. Nunca estuvieron en el presente. Todo era ese futuro. Como nos ocurre ahora o como le sucedió a Enrico. En palabras de Magris: “no tenemos presente, estamos esperando que el presente pase, queremos siempre haber hecho ya algo. Esperamos que el tiempo pase lo más rápido posible, porque esperamos algo […] Así que ya no se vive para vivir sino para ya haber vivido, esperando, esperando que agosto se vuelva septiembre y octubre, noviembre”.
Qué vigentes suenan estas palabras en estos tiempos que nos sorprendieron en confinamiento y nos transformaron la vida. Muchos de nosotros aún tratamos de acostumbrarnos a esta nueva manera de convivir, de comunicarnos, de interactuar. No es fácil, aunque probablemente algún día lo será porque debemos adaptarnos para no quedarnos en las sombras.
El lunes 2 de noviembre se publicó la entrevista con Claudia Quezada en Rostros de la edición, ella es editora y organizadora de una de las ferias de libros más importantes en Mexico: la Feria del Libro de Aguascalientes. Nació en San Luis Potosí, estudió Relaciones Internacionales y desde hace algunos años se avecindó en tierras hidrocálidas. En la entrevista cuenta que siempre estuvo vinculada con el mundo editorial y ahora es una de las encargadas de echar a andar esta feria que afronta las dificultades de la poca (o nula) interacción de los autores con un público presencial. Estas maneras de realizar eventos así, como la Feria del Libro de Chihuahua, la de Monterrey, próximamente la de Guadalajara y la de Aguascalientes, tienen pros, pero también contras. Por un lado, cientos de personas en el mundo cultural se hallan felices porque sin necesidad de salir de sus casas pueden tener una presentación virtual, asistir a un coloquio o a un taller de escritura. Por otro lado, para gente como Claudia, aunque le resulta enriquecedor esto, no soslaya lo relevante que es el vínculo con la gente, siempre y cuando se cumpla con las medidas sanitarias correspondientes avaladas por la Secretaría de Salud.
Por esta razón, para la emisión LII de la Feria del Libro de Aguascalientes, a celebrarse del 19 al 25 de noviembre, la intención es crear un evento que sea mixto: hacer las presentaciones por streaming desde alguna librería con la finalidad de promover que la gente vaya; pero también hacer presentaciones al aire libre con la intención de que la gente que pase por la calle tenga una experiencia y atestigüe esos chispazos culturales durante la Feria del Libro. Es una apuesta difícil, es cierto, pero no por ello imposible. Por supuesto que debemos ser cuidadosos, existe gente que sigue muriendo a diario, cercanos o desconocidos, pero como dice Quezada, “no estamos incitando a que la gente salga”, pero si la gente puede tomarse el tiempo de ir a comprar zapatos, ropa o ir al cine, con todos los cuidados necesarios puede darse una vuelta por la librería y así reactivar la economía librera; o bien, detenerse unos minutos por la calle y escuchar algún encuentro literario.
Para todos será complicado adecuarnos a estas maneras de convivencia, porque siempre hace falta la cercanía con el otro, con la otra. Las ventajas son que si antes no teníamos la posibilidad de ir a las ferias de libros, ahora será un excelente pretexto para conocer las apuestas literarias que propone cada Estado y nos entre la cosquilla de adquirir alguno de los libros que nos interese. Ojalá lo hagan, espero que tengan las ganas de detenerse un poco en el camino y mirar las ofertas culturales que están detrás de las pantallas, porque en muchos casos, como éste, son tan esmerados que valen la pena.
Cuando Claudio Magris se enteró de la osadía que había realizado Enrico Mreule, decidió seguir su rastro aunque le fue difícil ir tras la pista del hombre que se propuso no tener biografía, pero dio con su sepulcro en Salvore, donde una mujer le mostró la casa en la que vivió el profesor los últimos 10 años de su vida. En ella encontró un viejo maletín en el que había: “una cítara, los clásicos griegos un poco enmohecidos y garabateados, papelitos, un cuchillo roto, una silla de montar. Pequeñas cosas insignificantes en sí, pero cargadas de significado para mí, porque las tenía en la mano como las pudo haber tenido él”. Seguramente en estos tiempos nos resulte descabellado pensar en irnos por ahí con una maleta intentando no dejar rastro de nosotros en aras de disfrutar una vida feliz y tranquila, pero de lo que sí estoy seguro es de que existe gente preocupada por sorprender, ofrecer pequeños chispazos de felicidad con los recursos que tenga a la mano. Claudia Quezada no tiene una cítara ni clásicos griegos enmohecidos, pero sí un maletín en el que guarda una computadora con la que puede ofrecer la certeza de que la Feria del Libro de Aguascalientes será un éxito, pues en esos siete días los asistentes desearán que el tiempo corra lo más lento posible.
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