Pequeña nota sobre los decálogos

Pequeña nota sobre los decálogos

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La palabra decálogo proviene de las palabras griegas deka=diez y logos=palabra o expresión. Los decálogos se han usado desde la edad antigua. Uno de los más conocidos es el decálogo bajo el cual se rige el cristianismo. Un decálogo comprende un conjunto de normas o leyes que deben seguirse. Aunque la palabra decálogo supone que estas leyes deben ser diez esto no es estrictamente necesario, pues podemos encontrarnos con decálogos que tengan más normas, o menos, según sea el caso. Esta aclaración la hace el diccionario de la Rae y la podemos encontrar en el buscador urgente de dudas de la Fundéu aunque ninguna de las dos nos dice el por qué de ésta.

Un ejemplo de un decálogo que no tiene precisamente diez puntos es el decálogo del escritor de Augusto Monterroso. A continuación dejo un fragmento del “Decálogo monterrosiano,  según Juan Villoro”  publicado en un artículo el 21 de diciembre del 2001, en el periódico La Jornada, con motivo de los 80 años del escritor guatemalteco.

Décalogo monterrosiano, según Juan Villoro

  1. Los sueños no interesan como tales. El desorden de una mente que encuentra hormigas y orejas fuera de sitio carece de relevancia literaria. Aprende en Kafka: sus sueños parecen realidad.
  2. Si no sabes adónde vas, detente, mira el techo, cuenta hasta diez, bebe un whisky. Las historias avanzan del final al principio. Si ya conoces el final, también detente. Las historias no tienen prisa; no escribas como si ya te hubieras leído o, peor aún, no escribas como si otros te leyeran.
  3. Corrige mucho; luego agrega un defecto: una coma rara, una mayúscula caprichosa, una palabra repetida. En nada hay que trabajar tanto como en la apariencia de naturalidad.
  4. No te canses de oír hablar a la gente. Los diálogos escritos surgen de traicionar esas voces.
  5. Un estilo logrado no parece un estilo. Borges no maquilla cadáveres, los revive.
  6. Los símbolos, como las moscas, están en todas partes pero sólo deben ser vistos de repente, por un cazador de moscas.
  7. Has visto demasiadas películas. Las historias llegan sin escenografía. No des por sentado que el lector «ve» lo que cuentas. Aprende a revelar imágenes.
  8. No te guíes por la emoción mientras escribes ni califiques las reacciones de tus personajes. Un héroe triste no da tristeza. Deja que la emoción sea efecto de la lectura.
  9. Lee El Quijote. Luego, relee El Quijote. Luego, escribe un cuento en el que nadie conoce El Quijote.
  10. No elogies la brevedad: practícala. No importa que te tome más tiempo. Pascal vuelve a tener razón: se escriben textos largos por falta de tiempo para reducirlos.
  11. Los novelistas son aprendices de cuentistas, pero no al revés. El cuento no es una preparación para otro género.

Desconfía de los decálogos de diez puntos. Más aún: desconfía de los decálogos.

 


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