Por Vladimir Villalobos López
El ejercicio de la veneración es el camino
de las vacas hacia la mendicidad.
Proverbio
Deseo, tatuado en tu piel,
brillando en mis ojos.
Nacido en el mar de los sueños
que busca tus playas
Doctor deseo
En alguna de las tantas actividades virtuales que ahora están al alcance de un clic (con qué facilidad lo explotan a uno desde la comodidad de su casa), escuché que Euclides respondió al rey Tolomeo I que “No hay camino real para aprender matemáticas”. El rey quería aprender con un método más rápido y sencillo. Si consideramos que la obra de Euclides es la más editada después de la Biblia (dicen los que saben de números, casualmente), seguramente no hay atajos en las matemáticas.
Entonces no hay camino real, en el sentido de que sirva a la realeza y sea mejor, aunque me gusta pensar que, al mismo tiempo, Euclides dijo, también, que no hay una vía única y que ésta puede bifurcarse de muchas maneras. Recuerdo el camino de mi casa a la universidad y de vuelta. De ida siempre me veo caminando a toda prisa, como si se me hiciera tarde, rumbo a la estación del metro más cercana, cruzo un callejón poco agraciado y cruzo un estacionamiento en diagonal. De regreso ya puedo darme el lujo de usar la otra estación del metro, la distancia casi se duplica pero resulta más agradable, las calles tienen banqueta y hasta áreas verdes con arbolitos (incluso he visto ardillas y hasta a un pavorreal asomarse por una de las casas).
Cada camino tiene lo suyo, velocidad, distancia, seguridad… yo a veces los invertía o trataba de inventarme otros (aunque esta zona no da muchas opciones). Cada paso depende del deseo que motive al caminante, y éste no precisamente nos lleva siempre por la senda más breve. El enamorado procura el camino de la otra persona, el nostálgico procura aquella banca en la que fue feliz; al perrito de aquella casa, el olor de esa panadería. Nuestras motivaciones son cuando menos curiosas casi siempre.
Jaime Sabines podría decir que esto de los caminos y las distancias es asunto sólo para agentes de viajes, pero en realidad también interesa a urbanistas y arquitectos. Incluso existe el término líneas del deseo, y hace referencia a las rutas no oficiales que la gente hace a su paso. Según Andrea Cevallos, este término surgió en la década de los cincuenta del siglo pasado y se lo debemos a Gaston Bachelard y su Poética del espacio. Consiste, básicamente, en todos esos caminos que la gente se inventa para no tener que dar los rodeos que implica el camino pavimentado. Tristemente, en ciudades como las de México, que la mayoría de los espacios caminables estén pavimentados impide la formación de estas líneas, sin embargo, pueden verse en parques y jardines, o en áreas más grandes como el Bosque de Chapultepec o el de Tláhuac —evidentemente conforme uno se aleja del Centro, el porcentaje de pavimento disminuye.
En holandés, a estas líneas del deseo que se forman con el pasar de los pasos se les llama Olifantenpaadjes (caminos de elefantes), ¿qué fuerza y cantidad de pasos se necesita para que el pasto se rinda y permita estas líneas del deseo? En algunas ciudades dejan que el deseo se imponga y después pavimentan ese camino, en otras ponen obstáculos y tratan de impedir el paso del deseo. En Escocia llaman camino de toro (llwybr tarw) a los atajos que implican sortear obstáculos. Quizá se invierte incluso más tiempo y energía en cruzar estos caminos no propuestos por el proyecto urbanizador en turno, pero nuestras motivaciones son curiosas y aferradas.
Aunque dije que a las líneas del deseo no les era propicio el asfalto, igual podemos verlas, aunque sea de manera efímera, cuando alguien no camina hasta la esquina para cruzar determinada calle, o en aquellos que evitan los puentes peatonales (cosas tan nefastas). En ciudades tan pobladas se hace evidente qué tanto se ha pensado en el peatón (o ciclista) y cuánto en los automóviles; “Qué hondos son los surcos de la tradición y la conformidad”, dice Thoreau, habría que hacer otros, rebeldes. Al respecto, Liga Peatonal MX subtituló un minidocumental de Jan-Dirk van der Burg (2011).
A pesar de que no haya caminos reales (menos en días de encierro), está la posibilidad de imaginar, proponer y transitar aquellas rutas que nuestros deseos inventen, más allá de conformidades. Ya lo decía Antonio Machado: “Al andar se hace el camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar…”. No olvidemos que los caminos no sólo se recorren con los pies y el deseo no sólo se nos muestra vertical.
Justo en clase me comentaban cómo para Alfonso Reyes la poesía era combatir el lenguaje, enunciar con palabras aquello para lo que la palabra no alcanza (catacresis); es decir, hacer camino donde no lo hay, aunque no sea un atajo. Verso: línea de deseo. Y lo mismo aplica para otros deseos, finalmente son éstos los que nos dan el impulso para actuar, pensar y sentir. Consideramos algo bueno porque lo deseamos, aseguraba Spinoza. ¿Qué líneas nos acercan o distancian de los otros? ¿Cuál camino para la línea real de los labios que enuncian la catacresis del deseo? ¿Mis pasos tendrán la fuerza para acompañar otras huellas? Hay que inaugurar caminos en estos días que parecen cerrarse los que teníamos.
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