Vladimir Villalobos López
Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo.
Caminar despacio, a ver si, tentado el tiempo, hace lo mismo.
Ida Vitale
Dice el dicho que uno siempre vuelve al lugar en el que fue feliz, otro dicho señala que el criminal siempre vuelve a la escena del crimen y por ahí una canción señala que al lugar donde se ha sido feliz no se debe tratar de volver. Qué lío. Qué complicada la felicidad (sea lo que sea) y qué incriminantes son los regresos. Parece que mirar al frente, a la promesa de futuro, es la opción más favorecida, al menos por las frases populares, aunque después por eso andamos dando vueltas en círculos y nos damos en la cabeza con los mismos obstáculos.
Esta noche terminé de ver una serie (Ángeles en América) y entonces me brincó esta idea de los lugares felices, ¿fue justo Ángeles en América o Piel de mariposa la última obra de teatro a la que acudí? Una búsqueda rápida entre mis curiosidades (mensajes instantáneos, apuntes y redes sociales) me puede dar una respuesta certera, pero eso no es lo importante. De cualquier manera tiene mucho tiempo, al menos dos años. La mitad del tiempo es culpa de la pandemia, me digo para justificar mi ausencia de los escenarios teatrales (al menos las obras por transmisión digital no han faltado), flaco consuelo.
Ambos momentos felices, las dos representaciones, tienen en común que la enfermedad sirve de motivo para que se desarrolle la historia, el sida en el caso de los ángeles y un extraño padecimiento cutáneo en la protagonista de Piel de mariposa. Y en ninguna hay final feliz. Lo bueno es que no necesitamos de finales felices para serlo nosotros, ¿cierto? A veces sirve reconocer el padecimiento en el otro; “él es el enfermo, por lo tanto, yo estoy sano, estoy bien”, pensamos, aunque también podemos ponernos en sus zapatos, prestarle al personaje nuestros ojos para que el llanto no lo ahogue en soledad.
Mirar al otro y reconocernos a través del teatro, o de cualquier expresión (a veces hasta una mirada basta, y en días de cubrebocas se hace más evidente), justo hace que el círculo se deforme un poco, apenas lo necesario para no tropezar con la misma piedra. Sospecho que no es casualidad que en estos días las historias de enfermedad se me presenten. Más allá de los semáforos y el inicio de la vacunación, los enfermos y las muertes siguen aumentando y la luz al final del túnel no es una buena señal para muchas familias.
Nuestra indefensión ante la muerte no es de la aparición del coronavirus a la fecha, ni terminará cuando todos los semáforos digan que podemos avanzar. Aprendemos a pensar menos en nuestra fragilidad, de poco sirve recordar todos los días que hasta los alimentos ultraprocesados tienen fecha de caducidad. Aun así hay quienes le plantan cara a la enfermedad y crean y escriben aun con ella a cuestas, como método de sanación, de exorcismo, para visibilizar, hacernos sensibles o simplemente para allanar el camino a los que hemos de seguir sus pasos, no lo sé.
Lo ignoro pero lo agradezco. Sobran escritores que han sabido volver un lugar feliz la enfermedad propia y ajena, real o ficticia. Al último que he leído es a Sergio Loo (Sus brazos labios en mi boca rodando, se llama su poemario), pero sobran ejemplos. En la serie de Ángeles en América, al personaje señalado como profeta por un ángel se le entrega un libro, el libro de la inmovilidad. Él sube las escaleras al cielo y ahí les devuelve el libro. No quiere el puesto de profeta, rechaza la inmovilidad y la devuelve, aunque eso signifique no quedarse en las alturas a descansar sino el regreso a la tierra y padecer con su enfermedad.
Este personaje apuesta por la vida, esperanzada o ingenuamente. Como decía, a pesar de nuestra fragilidad podemos ser lo bastante necios como para intentarlo tanto como sea posible. Porque hasta de la peor situación podemos escribir algo bello, hacer algún chiste memorable, abrazar a quien lo necesite de alguna manera. Él decidió volver al lugar donde fue feliz aunque ese lugar ya era otro, como cuando pasas por el parque donde jugabas de niño y te encuentras con un conjunto habitacional. Volver al lugar donde se fue feliz ayuda a tener presente que se puede ser feliz y que la vida es posible de otra manera, puede incriminarnos en esta época en la que ser feliz efectivamente parece un despropósito y una pérdida de tiempo (el recuerdo no produce felicidad, ni ganancias, el trabajo sí, y libera). Ojalá esta fragilidad exacerbada pase pronto y podamos volver a nuestros lugares felices, a reconstruirlos y rehabitarlos todos. Ya después veremos qué otras piedras evitar.
Vocabulario
Enfermedad
- Alteración del organismo que perturba su funcionamiento: Sistema, cuerpo, lugar, recuerdo, sentir enfermo:
El doctor de blanco salvaje no miente no Se te ha detectado una sarta de vestidos de novia bailando en el velódromo de tu sistema circulatorio Las plaquetas las tres langostas suministradas en periodos estables de dos horas han perdido la cabeza Lo más conveniente afirma será tener listos los pañuelos del adiós que te vaya bonito
Sergio Loo
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