Por Enrique Ramírez
Parece que al leer Chin Chin el teporocho vas a tener una fiesta de embriaguez. Hasta cierto punto lo es, pero no lo es todo. Antes vas a deleitarte con un texto salvaje. En la primera página, Armando Ramírez nos advierte que va a transgredir el lenguaje, las normas de ortografía y de puntuación, dando más veracidad al relato del personaje que lo está contando. Sin embargo, al leer las primeras hojas de la novela, uno las pasa de una en una y dice: “¿es neta?”.
Estuve un rato sin creerlo, por lo tanto me puse a investigar; primero busqué en la red textos alusivos a la obra, pero encontré sólo uno y no me daba indicios, ya que afirmaba que la novela trata el tema del movimiento del 68 por la periferia. Eso no me ayudaba en nada, así que comencé a pedir ayuda. Le tomé unas fotos a la novela para que alguien más pudiera resolver mi duda. Le pasé las páginas fotografiadas a mi amigo poeta Abraham Peralta, estudiante de la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la UAM, pero también quedó con dudas. No llegamos a una conclusión. Yo seguía escéptico de la forma en que estaba escrita la novela por la ortografía y la puntuación; ya me había causado una impresión de desconcierto, que también encontraría en la historia, pero desde el punto de la trama, tanto así que deseé seguir leyendo.
Antes de eso, sigamos con esta pequeña peripecia que me parece fundamental, pues es una forma en la que una novela te consterna y cambia una visión. Volví a pedir ayuda, esta vez a mi maestro de literatura Jorge Arturo Borja, escritor de crónica y cuentos. Me dijo que, efectivamente, estaba escrita así. Como no estaba satisfecho, le escribí a Emiliano Pérez Cruz, cronista y narrador de Neza. Acudí a él después de ver en una nota que él participó en un homenaje a Armando Ramírez. Me contestó luego luego, me dijo que, si quería, le marcara a su celular. De entre lo que me comentó destaco lo siguiente: conoció a Armando Ramírez en la edición de una revista y se hicieron buenos amigos. Ramírez decía que escribir con errores de gramática era un asunto de lucha de clases. Él pertenecía al barrio de Tepito y llegó a ser el narrador de esa demarcación. En entrevistas decía que ponía suma atención al lenguaje de este lugar. Armando también tenía muchas historias que contar y sabía cómo hacerlo, agregó Emiliano Pérez Cruz.
¿Para qué decir todo esto? Porque éste es el poder del lenguaje, que te mueve el mundo como lo tenías pensado, al menos en la literatura, donde todo es correcto y, de repente, ¡pas!, madrazo que te dan en tus nociones de lo establecido. Pero, claro, siempre se debe ser consciente de cuestionar lo establecido.
En cuanto a la novela, Chin Chin el teporocho está escrita en primera persona; el protagonista va con sus amigos de trago y se encuentra a un borrachín que es ni más ni menos que Chin Chin, el teporocho. No contaré lo que les pasa a los dos porque es desconcertante, eso es neta. Chin Chin empieza a contar la historia de cómo se volvió un alcohólico y su adhesión al Escuadrón de la Muerte. Como suelen iniciar algunas novelas, que le ponen el ajo, la sal y la pimienta, todo comienza por una mujer. Recordemos un par de buenas novelas como Madame Bovary, de Gustave Flaubert; Ana Karenina, de León Tolstói, y un sinnúmero de novelas que comienzan con un conflicto amoroso. La mujer en cuestión es Michele, que nos hará ver más minuciosamente al joven teporocho enamorado y conocer por qué se convirtió en ese vagales. Mi intención con este texto es que te piques, que quieras leer esta novela y al autor, no contarte la historia con todos los detalles técnicos de un análisis literario, que se da mucho en la academia, pues al saber toda la historia, muchas veces pierdes el interés y dices “¿Ya para qué? ¡Qué flojera!”. Aquí el punto es que quieras agarrar el libro y vóitelas, ¡atáscate que hay lodo! Bueno, disfruta si quieres comenzar a leer a este entrañable autor.
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