Vladimir Villalobos López
Cuando alguien se va, alguien queda.
El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo.
César Vallejo
Casi siento que fue la semana pasada cuando, como parte de la clausura de Río 2016, Japón anunció las olimpiadas en su país por medio de un video en el que el derroche de tecnología y personajes emblemáticos de aquel país (personajes pop, de videojuegos y animes) ilusionó a muchos. Claro, hace cinco años fijar la mirada hacia el sol naciente prometía mucho, sobre todo para los que de alguna manera han sido cautivados por algún juego o programa japonés (casi todos, sospecho).
Ahora ya todos sabemos cómo resulta la esperada inauguración de los juegos olímpicos de Tokio 2020: pospuesta hasta 2021, con estadios vacíos y en medio de estrictos controles sanitarios ante la pandemia de covid-19 que parece preferir las competencias de resistencia. ¿La inauguración habría sido planeada de otra manera y se cambió en vista de los sucesos?, ¿en algún mundo paralelo sin coronavirus los anhelos de encontrar a Pikachu o a Serena en la ceremonia se habrían vuelto realidad?
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