Vladimir Villalobos López
En un texto pasado confesaba la predilección de mi memoria por los datos ociosos. Ahora que de nuevo me acomodo para compartir con ustedes, lo confirmo. ¿De quién era aquel poema en el que el café tenía una relevancia que me hizo pensarlo? No tengo más pistas que la certeza de su existencia. ¿Alguna idea?
Me refiero a la bebida, aunque no dudo que el color también ha merecido al menos un par de poemas. Ana García Bergua afirma que “el café es una entrada a nuestras mentes y sus pasillos”, una droga que no ayuda al escape sino al reencuentro con uno mismo. La leo y no atino a recordar el poema, aunque la imagen del café después de la comida familiar, durante las clases de inglés, o para celebrar un cumpleaños aparece ante mí con todo y el vaporcito que emerge de las tazas como advertencia.
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