Desprenderse y reencontrarse el poema

Desprenderse y reencontrarse el poema

Vladimir Villalobos López

En un texto pasado confesaba la predilección de mi memoria por los datos ociosos. Ahora que de nuevo me acomodo para compartir con ustedes, lo confirmo. ¿De quién era aquel poema en el que el café tenía una relevancia que me hizo pensarlo? No tengo más pistas que la certeza de su existencia. ¿Alguna idea?

Me refiero a la bebida, aunque no dudo que el color también ha merecido al menos un par de poemas. Ana García Bergua afirma que “el café es una entrada a nuestras mentes y sus pasillos”, una droga que no ayuda al escape sino al reencuentro con uno mismo. La leo y no atino a recordar el poema, aunque la imagen del café después de la comida familiar, durante las clases de inglés, o para celebrar un cumpleaños aparece ante mí con todo y el vaporcito que emerge de las tazas como advertencia.

En casos como éste, una opción es revisar libros en los que podría aparecer, al menos tratar de atinar al estante o al espacio en el que algo le dice a uno que por ahí es. Yo no sé andar en bicicleta pero sé que quien aprende a hacerlo nunca lo olvida y tiene que ver con la memoria procedimental y cómo nuestro cuerpo interioriza ciertas acciones y movimientos. Quizá cueste explicar cómo andar en bici pero el cuerpo lo hace. Pero les digo que los pedales no son lo mío y el estante no fue el correcto, o al menos no hojeé el libro que era.

No importa, buscar tiene dos finales felices como posibilidad, el primero es encontrar lo buscado, el segundo es no encontrar lo buscado pero encontrar algo más. En Morirás lejos, novela de José Emilio Pacheco, el narrador se ha percatado de que cada mañana un hombre se sienta en una fuente frente a su habitación, el hombre siempre está leyendo el aviso oportuno del periódico y a su lado tiene un vaso de café (quizá no hay café, pero debería, sobre todo si, como cree el narrador, se trata de alguien que lo espía y que, por lo tanto, debe estar atento y despierto).

Ese hombre que busca trabajo todos los días devotamente en la misma fuente y a la misma hora, y que tal vez no busca nada, sino que vigila a alguien, es ejemplo del final feliz que viene con el buscar, al menos como ejercicio narrativo. Yo, como ese hombre, aunque sin su perseverancia, tampoco encuentro y pienso en que es mejor abandonar la misión. Puedo escribir sobre otra cosa, quizás el poema ni era tan bueno. Lo dejaré por la paz.

Abro un último libro, más por pasar el rato que por esperanza, y leo unas páginas al azar. Es un poema de Wislawa Szymborska y me hace entender otro poema, un primer poema y del mismo nombre, que publicó hace unas semanas Michelle Monter. Los poemas se llaman “Autotomía” y, aunque la primera vez que oí la palabra me pareció una palabra fea, ahora que releo a Michelle y leo a la poeta polaca la encuentro más agradable.

¿Quién quiere un poema sobre el café cuando tiene dos sobre la capacidad que tienen algunos animales de desprenderse de una parte de sí para salvar el peligro? Gracias a la autotomía, como dice la ganadora del Nobel, queda “En una orilla la muerte; en la otra la vida. / Aquí la desesperación, allá la esperanza”. No lo sé, dudo que sea casualidad la coincidencia. De cualquier forma, para ambas escritoras este desprenderse está ligado a la existencia de un abismo, de un precipicio que se sortea dejando un poco de sí (o un mucho) para llevarse los restos a vivir en otro lado, para dejarlos plasmados en palabras (non omnis moriar, dice Szymborska, aludiendo a Horacio; este verso que significa “no moriré del todo” es usado también por Gutiérrez Najera para referir al desprendimiento perdurable que es el poema).

Así como la lagartija deja su cola, así, aunque sea metafóricamente, uno va dejando tras de sí restos que pueden regenerarse o no (de cualquier forma nunca vuelven a ser los mismos). Llámense amigos, amores, ciudades, dolores, uno no puede cargar con todo a cuestas y termina por soltar, incluso desprendimientos banales como dejar de buscar un poema sobre café se vuelven necesarios (en cierta medida). Quién sabe, luego uno encuentra dos en vez de uno y también quitan el sueño.

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