Por David Salvador Rubio Esquivel
¿Qué define a un librero? Me he quedado pensando en esta pregunta por largo rato sin dar con la respuesta exacta, y pensando si hay una respuesta concreta para esa pregunta. Quien haya trabajado en algún momento de su vida dentro del mundo de los libros entenderá que, hoy por hoy, el oficio del librero está mutilado; decapitado por una industria que mira con suspicacia a sus empleados, a quienes no otorga las suficientes herramientas para alcanzar una evolución del rol de vendedor que es, de inicio, el que se les otorga.
Las librerías —sobre todo las de cadena— cuentan con vendedores; sólo un puñado de ellos tiene potencial para volverse librero, y de ésos, sólo unos cuantos más lograrán transformarse en personal realmente apto para las librerías. La disposición para aprender procesos, la disponibilidad y el gusto que se tengan por la lectura y la afabilidad con los clientes son tres ejes por los cuales habrían de conducirse las cadenas de librerías para elegir a su personal. Sin embargo, parecen no darles demasiada importancia a estos aspectos, siempre que se esté dispuesto a trabajar bajo un esquema de comisiones que, tarde o temprano, hará que se luche por generar más ventas.
Por si lo anterior fuera poco, la pandemia ha venido a modificar a trompicones los modelos de gestión de trabajo en librerías, haciendo que los colaboradores trabajen cada vez en más tareas, eliminando los tiempos que antes podrían haber ocupado en profesionalizarse y golpeando considerablemente un sueldo que, ya de por sí, no era suficientemente competitivo para un mercado que, si bien no desaparece, lentamente se extingue.
Me pregunto si, con el pasar de los años, veremos el resurgimiento de las librerías. Ahora mismo, aquellas que han aprendido a sobrevivir son las que pudieron migrar a tiempo a los canales digitales. La proyección de este 2021 para el mercado del libro no es nada alentadora, y mientras el semáforo epidemiológico siga en rojo, parece que las librerías permanecerán cerradas.
Ya llegado a este punto, temo que la pregunta que me hice al inicio no sea la indicada. Tal vez hace un año habría sido una pregunta razonable, pero ahora me encuentro pensando en otra, mucho más actual: ¿seguirá habiendo libreros? En un mundo pospandémico de tiendas en línea y algoritmos, la respuesta romántica es el nervioso «sí» de quien sabe, o cuando menos intuye, que miente.
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