Por Vladimir Villalobos López
“Sólo odiamos lo mismo que sólo amamos, lo que en algo,
y de una u otra manera, se nos parece…”
Aguado Vergara, Sobre la soberbia
“Escribir es el único recurso cuando uno ha traicionado”
Jean Genet
Ojalá tuviera la suerte de mis amigos, entonces también podría tener las firmas, los dibujos y los buenos deseos de todos los compañeros del salón, me decía de niño. Romperse un brazo y necesitar esa armadura pesada y blanca me parecía algo deseable, algo envidiable. Todos mis amigos cercanos tuvieron una; incluso uno de ellos (¿sin querer?) le rompió el brazo a un compañero al jalárselo hacia atrás mientras le decía algo así como “baja la mano, tú no vas a participar”.
Lo cierto es que, aunque deseaba el yeso, me preocupaba demasiado el proceso previo a conseguirlo. Nunca fui temerario en los juegos de recreo, evitaba las luchitas y a veces hasta el burro dieciséis (o saltado, le dicen algunos) lo practicaba con bastantes reservas. Por otro lado, nunca he sido muy participativo en clase, la idea de que a alguien le atrajera tirar de mi mano levantada era más bien improbable. De cualquier manera, el interés por conocer y sufrir los límites de mis articulaciones quedó atrás. Para firmas y buenos deseos basta con el año nuevo y el cumpleaños.
Que una extremidad fracturada me pareciera envidiable es igual de curioso que llamar a algo positivo como envidiable, o pregúntenle a quien haya decidido incluir a la envidia como uno de los pecados capitales. Por supuesto, el caso más famoso es el bíblico de Abel y Caín, donde la ofrenda de Abel es mejor valorada y preferida por sobre la de su hermano mayor, y ya saben el resto, Caín mata a su hermanito y dios lo condena a vagar errante por la Tierra y así se sigue la historia hasta llegar al día de hoy.
Ahora ya no se matan los hermanos por envidia, bueno, sí, todavía. Pero tenemos el caso de aquellos hermanos originarios para procurar no cometer sus errores y sacar algo bueno de su historia. Al menos ha servido de referencia e inspiración para un sinfín de cosas; se me ocurre una canción de Luis Eduardo Aute, el videojuego Soul Reaver. Legacy of Kain, la novela de José Saramago, Caín, y la de Miguel de Unamuno, Abel Sánchez. Seguro a quien lea esto se le ocurrirán más ejemplos.
Quisiera subrayar el caso de Unamuno, primero porque él afirmaba que la envidia era inherente del español y después porque fue el primer libro que leí este año. En esta novela se presenta la historia de Abel Sánchez y de su amigo Joaquín Monegro (nótese la semejanza Caín-Joaquín). El primero es pintor y el segundo, médico. Ambos comparten su vida desde la infancia hasta el último respiro. Como en la historia bíblica, y española, diría el autor, la envidia es una constante que orilla al protagonista hacia lo trágico. Ya sea por el arte de sus respectivas profesiones, o por la suerte en el amor y con sus familias, el sino parece favorecer únicamente al menor de los dos. El autor (creador) tenía tan clara su preferencia que, aunque el libro se centra en Joaquín y en la Confesión que éste escribe para su hija, el libro lleva el nombre del favorito de todos.
Aunque debo señalar que no se reduce a una historia del envidiado y el envidioso, pues intercambian papeles, buscan situarse del otro lado y alterar el que parece su destino (y éste es un requisito para la tragedia). Al inicio del libro el narrador explica: “Aprendió cada uno de ellos a conocerse conociendo al otro”, y más tarde aclara que sólo se envidia a quien se conoce, al contemporáneo de uno. ¿De qué otra manera nos podríamos dar cuenta de nuestras falencias si no es por medio de las virtudes del otro? Al final no dejamos de ser reflejo para el otro y, al mismo tiempo, de reflejarnos en él.
Según la Iglesia, como contraparte de la envidia está la caridad (amor fraternal). Hoy las imágenes en redes sociales dicen “no compitas, haz compitas”. Y siento que de eso se trata esto de los fratricidios y las historias que los evocan, ya bastante enfermo y violento está este mundo como para estar desgreñándonos o perdiendo el sueño en elucubraciones e ideas sin mucho sentido. Ay, Joaquincitos que nunca se rompieron el brazo, tan fácil que es buscar ahora en internet un tutorial sobre cómo enyesar.
Vocabulario
Yeso
1. Sulfato de calcio utilizado en construcción y en escultura. “¿Me firmas mi escultural brazo?”
2. Trozo de arcilla blanca que se emplea para escribir, también se le llama gis (del español) o tiza (del náhuatl).
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