Por Roberto Feregrino
En El libro de la imaginación, publicado en 1976, Edmundo Valadés recopiló diversos textos misceláneos que son una suerte de pequeños fragmentos, historias mínimas y relatos brevísimos —de los cuales muchos logran sorprender por la filigrana de su invención—. Entre sus páginas hay uno que lleva por título “El narrador” y, según los datos que aparecen al calce, es una historia que le contó Oscar Wilde a André Gide: versa sobre un hombre que todos los días salía muy temprano de su aldea y, al volver, los habitantes le pedían que les contara lo que había visto en su camino. Un día les dijo lo siguiente: “He visto en el bosque un fauno que tañía la flauta y hacía bailar una ronda de pequeños silfos […] cuando llegué a la orilla del mar vi tres sirenas, al borde de las olas, que con un peine de oro peinaban sus cabellos verdes”. Los aldeanos lo escuchaban absortos, pues no podían menos que imaginarse aquello tan maravilloso que emanaba de la boca de aquel hombre de mundo, experimentado en el arte de la palabra. Sin embargo, prosigue Wilde, al siguiente día el narrador salió como siempre, pero cuál sería su sorpresa que, al llegar a la orilla del mar, distinguió “tres sirenas al borde de las olas, que peinaban con un peine de oro sus cabellos verdes. Y continuando su paseo, cuando llegó al bosque vio a un fauno que tañía la flauta a una ronda de silfos”, no pudo dar crédito a lo que sus ojos vieron. Cuando volvió y le pidieron que contara lo que había visto en su camino, el hombre se limitó a responder: “No he visto nada”. La belleza de esta historia radica en que nos hace fantasear en la posibilidad de materializar las ficciones que inventamos, por ello debemos ser muy cautos en lo que pensamos, narramos o soñamos.
Para que ocurran cosas como éstas, sólo necesitamos un empujón para que los sueños sean tangibles; en algunos casos nos impulsan los amigos, otras los padres y en ocasiones los maestros son los que nos inspiran para atrevernos a realizar hazañas insospechadas. El doctor Jesús Eduardo García Castillo, que falleció en 2015, fue uno de esos profesores que interesó a decenas de alumnos en el campo de la edición. Muchos de los que estudiamos en la UAM Iztapalapa sabemos de su compromiso con la enseñanza y, muy puntualmente, su dedicación constante en el cuidado editorial. El director de Fondo Blanco Editorial, Luis Carlos Sánchez, fue uno de esos alumnos —claro, después de haber desertado de Psicología (UNAM), Filosofía (UNAM), Psicología Social (UAM-I) y decidirse finalmente a estudiar Letras Hispánicas— que se encontró con Jesús Eduardo y del que aprendió mucho dentro y fuera del aula.
Desde 2010, Luis Carlos ha ido cultivando esa pasión por todo lo que implica el proceso que ocurre para que tengamos un libro digital o impreso entre nuestras manos y en el que muy pocas veces reparamos, pero es vital para que se logre un resultado óptimo. La entrevista con el editor Luis Carlos Sánchez se publicó en Rostros de la edición el pasado 28 de diciembre (la última del año) y es interesante en tanto que nos muestra de qué va este proyecto que vio la luz en 2014 y tiene una sola intención: brindar calidad en la edición digital e impresa. ¿Calidad en lo digital? Sí. Cualquiera podría pensar que no se requiere ninguna ciencia para publicar lo que sea en un formato digital, pero así es.
La idea surgió porque en muchas ocasiones se encontró con erratas de todo tipo en los libros que descargaba: algunos estaban incompletos, otros con formatos deleznables y un grupo más infame, virulento. Entonces soñó con crear un pequeño despacho de asesoría editorial, que tuviera libros digitales con la calidad necesaria para que los lectores no desdeñaran esta modalidad a la que muchos nos hemos mostrado renuentes porque preferimos un libro físico. Así es que, con la complicidad de Pablo Argüelles, se cristalizó Fondo Blanco Editorial, que pretende ser un contraste de lo que usualmente suelen ser los fondos: oscuros; el de Luis Carlos no, es uno totalmente opuesto, en el que hay blancura. El nombre también juega con la idea del fondo blanco de la pantalla y el fondo blanco de una hoja impresa; y en una tercera definición late la idea de que de la nada (el blanco) se puede crear todo.
Desde su gestación hasta ahora, Fondo Blanco brinda servicios editoriales de todo tipo, entre otras cosas lanzó el Primer Concurso de Cuento en 2017; en 2020 creó un taller narrativo con la escritora Laura Baeza (autora de Época de cerezos y Ensayo de orquesta), el Segundo Concurso de Cuento, se reeditó El vals de los monstruos, de Lola Ancira… Y, como si esto no fuera poco, se propuso —con ayuda de la editora Lizette Cisneros— crear una serie de entrevistas que aparecen todos los lunes —bajo el nombre de Rostros de la edición— con gente del medio editorial; es decir, todos aquellos que participan en la elaboración y distribución de los libros, donde han desfilado personalidades de la talla de Mauricio Volpi, Anabel Ballesta, Luis Carlos Fuentes Ávila, Sofía de la Mora, Carlos Priego o Claudia Quezada, sólo por mencionar algunos, con la intención de mostrar y revalorar los procesos que se han debido sortear para consolidar editoriales, vínculos con autores, ferias de libro o la impresión de materiales desde sus propios talleres. Cabe subayar que es un proyecto colaborativo, cuya intención es crear vínculos con otros colegas que den a conocer su trabajo para que la gente sepa que existe más de un modo de hacer las cosas desde la independencia; no es ese trabajo egoísta que sesga a diestra y siniestra a los colegas por la absurda competitividad que suele darse entre algunos truhanes del medio. Para Fondo Blanco, lo mismo es importantísimo escuchar la voz del editor en ciernes, el librero o el periodista, que la de aquellos que han tenido un trajín encomiable y gozan de prestigio gracias a su trabajo. (Todas las entrevistas pueden verlas completas en el canal de Youtube de Fondo Blanco Editorial).
Para 2021 se planea el Tercer Concurso de Cuento, una reedición del libro de un escritor con cierta trayectoria del que no hay más detalles, un taller de guion narrativo y un proyecto de escritoras que verá la luz en marzo. Es decir, poco a poco esta editorial comienza a tomar forma en los asuntos personales, sin dejar de lado su labor como despacho de servicios editoriales. No es un camino fácil, por supuesto, pero sí es uno en el que se percibe la luz en un fondo que es blanco y en el que la gente ha confiado, reconociendo el trabajo que se hace con ahínco.
El año 2021 inicia lleno de incertidumbres —sin muy buenos augurios—, pero seguramente hicimos una serie de propósitos personales y colaborativos porque justo en épocas y momentos como éstos es cuando valoramos un montón de cosas como la simple posibilidad de ir con amigos a comer tacos, visitar a nuestras familias para llenarlas de abrazos o asistir al colegio para vivir una vida normal con nuestros compañeros y profesores: la convivencia. Aquí es cuando pienso en la historia que Wilde le contó a Gide, y si yo tuviera que narrarle a mi aldea lo que veo a diario en mis salidas, les contaría, sin duda alguna, que veo gente feliz, abrazándose, empática, próspera y en armonía, porque… ustedes saben el resto.
Feliz año para todas y todos los que viven, amigos, familia y lectores (tan amables y generosos como siempre); para los que no la libraron, descansen en paz y vaya un abrazo hasta el cielo en el que estén, que bien lo vale por la soledad que nos dejó el 2020 sin ustedes.
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