Datos inútiles y recuerdos que se escapan

Datos inútiles y recuerdos que se escapan

Vladimir Villalobos López

“También tendrá que recordar
cómo era tu manera de no olvidarme
Creo que estoy perdiendo pruebas de mí misma”

Ulalume González de León

Con frecuencia escucho comentarios sobre cómo nos hemos vuelto de memoria perezosa y ni siquiera podemos recordar nuestro número telefónico (mucho menos el de alguien más). Antes eran menos dígitos, podríamos responderles. Desde que empecé a utilizar números telefónicos se les han agregado tres dígitos, aunque todos han sido cincos en mi caso (la creatividad a tope). Lo cierto es que los teléfonos celulares han permitido que memorizar teléfonos se vuelva innecesario y que llamar al domicilio equivocado se vuelva casi imposible. Aún me llegan a marcar y preguntan por nombres que no conozco, pero pasa una vez al año, antes era algo tan común que incluso llegué a entablar conversaciones breves con la persona confundida. Y por supuesto que yo también me confundía y llamaba a la casa de quién sabe quién.

Lo positivo de ya no preocuparnos por los números telefónicos es que podemos utilizar nuestra memoria para cuestiones mucho más importantes como… ejem… no sé. Yo siempre he admirado a todos los que se aprenden versos y poemas enteros. ¿Cómo es posible que alguien recuerde todo “Muerte sin fin”, o aquellos versos que leyó en su libro de la primaria cuando yo con trabajos recuerdo los últimos libros que he leído? Parece que la memoria es algo mañosa y no se nos da a todos de la misma forma. Puedo recordar los diálogos de algunos pasajes de Los Simpson, los atajos del Mario Kart 64 e incluso aquella efeméride de la primaria con la que informé a mis compañeros, no sin nervios (también los recuerdo), que Humboldt desembarcó en Acapulco un 22 de marzo, en 1803.

Y es que todos guardamos datos inútiles en mayor o menor medida. Aunque sólo son inútiles ahora, en perspectiva. Ya quisiera yo lucirme y recitarle a alguien un poema de Rosario Castellanos o mi diálogo favorito de Pedro Páramo (alguna vez quise hacerlo, ahorita ya no tanto), pero entonces la vida se me iba en no olvidar mi parlamento en pleno lunes y frente a toda la primaria. Y sin duda los chistes y los trucos de los videojuegos ayudaban a relacionarnos mejor con hermanos y amigos.

Los recuerdos a menudo parecen caprichos incomprensibles y totalmente azarosos. ¿Cuál es el recuerdo más antiguo que tienen? ¿Cuál el más entrañable? ¿De sus seres queridos recuerdan lo que quieren o algo que no se explican muy bien por qué?

Hace unos días escuchaba sobre la nostalgia de jugar videojuegos como en la infancia y uno de los participantes decía que lo que extrañaba de jugar como jugaba cuando morro era la capacidad de volverse otro gracias al juego en lugar de sólo ser uno mismo tratando de hacerlo bien. Y eso me recordaba a los niños que salían a jugar fut en donde vivía antes, era común escucharlos elegir a su personaje y jugar como él: “Yo soy Messi”, decía el más abusado, “Yo soy CR7”, decía otro, “pues yo soy Goku”, presumía el joven sayayín.

Nos contamos historias desde chiquitos, y así nos la llevamos, aunque después las historias son pura analepsis, puro reinventarnos el pasado. Incluso he visto que nos metemos en recuerdos de los que ni formamos parte. Mi recuerdo más antiguo es el de mi bisabuelita Achis asomándose a mi cuna para ver cómo estaba.

Ahora ya ni los números telefónicos me aprendo. Espero que a todos los que nunca tuvieron que hacerlo, les signifique poder recordar más canciones y más cielos. Mientras escribo esto tengo que consultar un recuerdo con mi mamá. Ella hablaba por teléfono con mi abue casi todos los días. A veces, cuando ella andaba ocupada con algo nos tocaba contestar el teléfono. Otras veces nos dejaba marcar a nosotros el número. Era una escena común verla sentada en la sala hablando con ella, a veces apenas unos minutos y otras, mucho más tiempo. Como sospecho que termina por pasar siempre, siento que ya no recuerdo cómo era la voz de mi abue, casi me siento mentiroso al pensar que sí la recuerdo. Pero ahí estaba el consuelo de, siquiera, saberme su número telefónico. Hoy tuve que preguntar porque no estaba seguro, había olvidado la mitad.

Qué bueno que los teléfonos tienen agendas y que éstas se guardan en las nubes virtuales. Qué bueno que algunos recuerden o inventen historias memorables y que haya papel, cámaras y grabadoras para conservarlas. Yo tenía pensado un mejor cierre para este texto pero ya no lo recuerdo.

Dos noventa y cuatro quince ochenta y nueve.


Vocabulario

Recuerdo

1. Del latín recordi (pasar de nuevo por el corazón). En la antigüedad se creía que el pensamiento descansaba en este órgano del pecho. “Ya sea por sentimiento o pensamiento, te recuerdo a diario”.

2. Cosa que se regala como muestra de afecto: “ten esta conchita, para que escuches el mar”.

3. En algunas zonas equivale a despertar: “Tomaré una siesta, recuérdenme a las tres”.

4. Traer de la memoria algo ya vivido o sabido:

El libro de los muertos

José Emilio Pacheco

Intento la llamada
pero no hay nadie que la conteste.
El timbre suena a hueco en el vacío.
Es la nada la única respuesta.
Las cifras dan acceso al nunca más.
Otro nombre se borra en la libreta
o en la agenda electrónica.
Así acaba la historia.
Un día ya figura en el calendario
alguien también cancelará mi nombre.

Leave a Reply

¿Necesitas ayuda?