Vladimir Villalobos López
El zapping fue una de las maneras más populares de mirar la vida irse lenta y rítmicamente entre nuestras manos hace unos 15 años, más o menos. Sin duda, aún hay muchos que continúan con ese antiguo arte de cambiar rápidamente los canales de la tele en busca de algo que, en definitiva, no ha de aparecer mágicamente de entre la programación habitual.
Al principio, hacer zapping era sólo un sueño para los primeros televidentes que, ni modo, debían chutarse todos los comerciales. La televisión cumplirá a finales de esta década sus primeros cien años. En 1959, unos treinta años después de su invención, surgió el primer control remoto y, con él, el primer zapping (en español se dice zapeo, según la RAE). Aunque necesitaba de cables, el Lazy bones permitía manipular la televisión sin la incomodidad de mover algo más que las falanges de nuestra mano favorita. Qué nombre tan atinado.
Mis papás alguna vez nos contaron sobre sus primeras teles. No eran a color, por supuesto, pero tenían una especie de filtro de un color que hacía que el blanco y negro fuera, no sé, azul y negro. Como cuando de niños nos acercábamos un trozo de papel celofán a los ojos para verlo todo de un color. También recuerdo las visitas a casa de mi abui Leo. La tele era el único entretenimiento (para un niño las pláticas adultas no suelen ser particularmente inspiradoras); solían pasar películas de la Época de Oro del cine mexicano y, más tarde, alguna de la india María. Tengo la impresión de que mi abui no era fan de los noticieros.
Pero el control remoto y la manía de cambiar de canal surgió entonces para evitar propaganda. Quién sabe cuánto tiempo tuvo que pasar desde esa negativa a recibir vendedores en la pantalla hasta convertir al zapeo en la manifestación del tedio que produce la programación cada tanto (no importa si se tienen tres o trescientos canales).
En casa de abui Amparo y Ernesto preferían sintonizar las noticias y el fut, soccer o americano; no se discriminaba. Con mis abuelitos, por supuesto, el zapping no era posible, ni modo de estar picándole al control remoto que ni era mío. Hubo una temporada en que la televisión incluso ocupó una cabecera en el comedor (estaba ahí por la cercanía de un mueble, pues en realidad las cabeceras ahí no importaban; creo que, sin manifestarlo, mis abuelitos aplicaban la de Beatriz Pinzón, la cabecera era donde ellos se sentaban). Aquellos días con tele a la hora de comer coincidieron gratamente con la afición por el fut que mi hermano y yo compartíamos con mi abuelito. Aunque sin volumen, el resto de la familia aguantaba un rato al invitado que, decían, impedía platicar a gusto.
Ahora, cada vez más el teléfono parece desplazar a la televisión como la tecnología predilecta para dejar fluir la vida entre nuestras manos. En lugar de cambiar aceleradamente de canal, zapear, deslizamos nuestros dedos para pasar al siguiente video, a la siguiente publicación (swipear, de hacer swipe). Johan Grimonprez, artista multimedia belga, reflexionó acerca del zapping y plantea que el televidente dejó de ser un personaje pasivo e inocente para volverse cada vez más un sujeto que buscaba actuar e influir en el medio.
Grimonprez, en el contexto de las primeras guerras televisadas y los comerciales que transmitían las grandes televisoras norteamericanas (me imagino que algo equiparable, aunque a escala, de lo que pasa en el medio tiempo del Super Bowl), señala al zapping como la última forma de poesía, como un poema visual. Y más adelante señala que, tras la caída de las Torres Gemelas, el zapping deja de tener sentido, pues todos los canales transmiten lo mismo y, entonces, ya no es el medio el que debe seguirle el paso a la realidad, sino que la realidad debe seguirle el ritmo a los medios de comunicación (si lo pensamos hoy, con las redes sociales, resulta más claro).
Entre noticias impactantes que mañana serán sólo un recuerdo lejano y tragedias que pronto son remplazadas por otras igual de fugaces para los medios, escucho la lluvia y me acuerdo de otros días lluviosos en los que nos reuníamos para comer mientras veíamos alguna película en la tele o rentada en algún videocentro. Era raro porque no solíamos comer cerca de la televisión. Como si el día se antojara para que fuera alguien ajeno quien contara historias e hiciera la plática.
Esta variante de sentarse en torno a la fogata para relatarnos el día me vino a la mente por Homozapping, un juego que desarrolló una decena de personas de Arsgames junto con el Centro de Cultura Digital en octubre de 2015. Se trata de “un zapping entre videos, videojuegos, diferentes estilos gráficos y mecánicas, una variedad que no puede quedar anclada en las categorías, al igual que ocurre con las personas”.
En Homozapping, el espectador puede simplemente mirar y esperar a que los canales cambien automáticamente o puede participar en las actividades que se sugieren, como señalar a las personas diferentes de entre un grupo que camina por la calle, o completar un esquema de los aparatos reproductores, colocando el nombre a cada parte.
Además de estos juegos, hay una serie de videos que van de la música de t.A.T.u. a un fragmento del cineasta checo Jan Švankmajer. Esta transmisión aleatoria de juegos, música, cortos y animaciones funcionan como una televisión aún más interactiva que forma un reflejo ante la pantalla para invitar a la reflexión de estereotipos, disidencias, prejuicios y modos en que vemos y concebimos la sexualidad.
Al final de las transmisiones, se ofrecen al espectador los resultados obtenidos, acompañados de información adicional en torno a los seis grandes temas que se tratan en esta creación: la intersexualidad, las filias, la concepción de la sexualidad más allá de la genitalidad, la censura de cuerpos femeninos en medios de comunicación, la falta de conocimiento sobre la sexualidad y corporalidad propia y la discriminación religiosa.
Mi descripción no le hace justicia, pero píquenle al link y échenle una vista, que es un proyecto interesante, no pasa de que el zapping los haga terminar de manera precipitada y sin haber visto nada realmente, no importa. Eso sí, el sitio señala que se recomienda para mayores de 17 años, pero resulta más que pertinente en nuestros contextos de violencia e intolerancia, más en este mes del orgullo LGBTTTI+.
Ps. Gracias por acompañarme y leerme durante este año de palabras compartidas. Que este canal de Fondo Blanco nos acerque más en estos días grises.
Vocabulario
Zapear
- Cambiar rápidamente de canal, aunque puede aplicar a otros medios: “Estoy zapeando las páginas y no encuentro poemas sobre la televisión”.
- Expresión onomatopéyica para ahuyentar a los gatos: “¡Zape!”.
- Dar un golpe en la cabeza con la mano extendida: Denle un zape a los diccionarios por no incluir esta acepción, la más sentida.
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