La lectura llama. Entre imaginar y descubrir

La lectura llama. Entre imaginar y descubrir

Por Vladimir Villalobos López

No sé cómo aprendemos a leer o a escribir. Más allá del “mi mamá me mima”, que no es universalmente válido, y una antigua libreta con planas de bolitas y palitos, no recuerdo cómo es el proceso exacto que se empleaba para alfabetizarnos. Por supuesto, al menos en mi caso, el momento en que aprendí a pronunciar palabras resulta todavía más ajeno. Aunque la repetición y la intuición son fundamentales, según lo poco que alcanzo a percibir y recordar.

Antes de poder leer, me leían. Recuerdo que en la sala de cine nos leían los subtítulos de las películas mientras mis hermanos y yo nos concentrábamos en las imágenes. Supongo que todos los personajes tenían la voz de mi papá. Cuando ya era más grande y nadie me facilitaba la lectura, me perdía la mitad de los diálogos. A veces ya mejor me imaginaba lo que decían las palabras para no perderme lo que decía el movimiento.

Tampoco sé en qué momento aprendemos a leer imágenes. Las señales de tránsito, de precaución y similares pueden ser algunas de las que aprendemos a descifrar primero. En el carro familiar siempre había una Guía Roji, al menos cuando se iba a un lugar desconocido o poco frecuentado. Esta guía era un libro mapa con fragmentos de la ciudad en sus páginas, y había que encontrar la dirección deseada atendiendo un cuadrante específico. Al final, o al principio de esta guía, había una sección con todas las señales de tránsito y su significado. Era divertido aprendérselas y poder reconocerlas en la calle. Bueno, cada quien tiene su idea de lo que es divertido. El punto de estas señales es que no haya duda y evitar accidentes más peligrosos que un homérico “¡Me aburro!”.

Las imágenes a las que nos enfrentamos, después, aumentan su dificultad, ya no son tan claras. Yo tuve dos revelaciones que me asombraron lo suficiente para recordarlo hasta el día de hoy y que después resultaron descubrimientos tristes. El primero de ellos fue en el Anillo Periférico. Cada 15 días había que pasar por ahí para visitar a mis abuis. Pasábamos frente a un logotipo azul y rojo que me causaba extrañeza, como esos crucigramas que venían en el periódico con preguntas y pistas que nomás no dicen nada. Lo veía y me imaginaba cosas, le inventaba un significado diferente cada vez, aunque ninguno me convencía del todo.

La segunda revelación fue en una carretera cerca de Puebla o Morelos; también debía tener alrededor de diez años. No estoy seguro de mi edad, pero sí de que ese otro logo, también de sentido y razón de ser misteriosos para mí, se me reveló mientras parábamos para comprar aguas en una tienda al pie del camino. La mezcla de verde y rojo vista miles de veces se volvió un misterio resuelto ese día. Cuando presumí emocionado mi hallazgo, mis dos hermanos me miraron extrañados y me preguntaron si era en serio y apenas le entendía. Así debían sentirse los fantoches de España cuando llegaron acá creyendo descubrir un mundo, aunque igual la emoción no se va del todo, el mundo se nos muestra a diferente ritmo.

El primer logotipo era el de un supermercado: Carrefour, y el segundo, aún más evidente, el de Pemex. Lejos de querer hacer alarde de mi agilidad mental, recuerdo esto porque después, cuando pasaba frente a gasolinerías o, cada 15 días, por ese súper, no podía sino ver la cochina águila en la gota de petróleo y la C blanca que se formaba entre los espacios del rojo y el azul. Todavía trato de recordar esos otros significados que les daba y para los que me inventaba historias, símbolos y una serie de razones que seguramente jamás van a volver.

Algo similar pasa con esas palabras que se inventan los niños tras repetir o escuchar mal, o porque su intuición les dice que así se dice. A fuerza de correcciones, su hallazgo se pierde entre los “así no se dice” y el “habla bien que no se te entiende”. Yo tuve un tío cubano que hablaba todo el tiempo de lo burgués y yo sentía que algo estaba mal, que era una mala palabra y no debería decirla frente a nosotros porque estábamos morros. Ya después descubrí que no era lo mismo burgués que burdel, pero ése ya es otro asunto.

Sólo pensaba en que no sé cómo aprendemos muchas cosas harto importantes y que hacemos casi casi en automático. Pero creo que ahí entra la poesía y la música, el cine y la pintura y, en fin, todas las expresiones artísticas, para hacernos dudar e imaginar otras realidades, aunque a veces parezcan obviedades y aunque al principio te las tengan que leer todas, ya después uno les inventa otra voces.


Vocabulario

Leer

1. Entender un sistema de signos: “Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo ‘qué calor hace’”; “Leía los astros y presagió la caída del reino”.

2.  Del latín legere: Escoger: “El niño prefiere leer las escenas de acción”.

Leave a Reply

¿Necesitas ayuda?