Sigo con mucho interés las discusiones sobre el uso de las palabras por parte de los hablantes. Estoy convencido de que detrás de todas ellas hay una intención que a veces desconocemos y otras veces simplemente intentamos ocultar, por eso suenan mis alarmas cada vez que un vocablo polémico genera controversia y se discute públicamente. Desde hace unos días ha estado en debate el uso de la palabra “puto” por una supuesta iniciativa de cancelar a Molotov por su canción de hace 23 años.
No me interesa discutir si se debe o no cancelar a una banda de rock por una canción o un discurso, porque además parece que nadie lo intentó siquiera, sino reflexionar sobre el significado de las palabras y su repercusión en la vida diaria. En este caso, me parece ingenuo (en el mejor de los casos) negar que “puto” es un insulto o creer que por ser tan común ha perdido aunque sea un poco de su intención ofensiva.
En el documental Gimme the Power, Gustavo Santaolalla defiende el uso de “puto” argumentando que “puto no es el homosexual, puto es el que te saca lo que tienes para comer. Puto es el que ejerce el poder de una manera desmedida, ése es el puto”. Fernanda Tapia afirma que “ser homosexual es una actitud ante la cama, ser puto es una actitud ante la vida”. Ambas ideas buscan cancelar el primer significado de “puto”. Para ellos, puto no es el homosexual, ¿en serio?
Entonces, cuando Molotov grita “puto”, ¿no se refiere al homosexual? Ileana Rodríguez también defiende el uso, argumentando que si la gente se ofendía “era nada más por decir la grosería”. Así, parece que si la letra de la canción no dijera “puto” nadie se habría ofendido. Pero la letra de la canción dice muchas otras cosas:
Qué, muy machín, ¿no?
Ah, muy machín, ¿no?
Marica nena, más bien putín, ¿no?
[…]
Puto nace y puto se muere.
[…]
Amo a matón, matarile al maricón.
Y ¿qué quiere este hijo de puta?
Quiere llorar, quiere llorar.
Y ¿qué quiere este hocicón?
Quiere llorar, quiere llorar.
[…]
¡Le faltan tanates al puto!
¡Le faltan trompiates, puto!
En el mismo documental, Rulo David identifica bien el origen de la palabra “puto”: “Todos los significados de ‘puto’ vienen de lo mismo, dicen que significa muchas cosas pero no, todo se reduce a lo mismo: homosexual”. Marica, nena, putín, maricón, al que le faltan tanates y trompiates, el que quiere llorar, el hocicón: todos ellos son putos. Es decir, los que no son machines y matones, los que no son hombres, son putos. ¿Seguiremos negando la clara alusión a la homosexualidad?
De entrada, usar una palabra asociada a la homosexualidad para definir a los cobardes, los que lloran, los que no tienen huevos, los que no reclaman, los que no echan desmadre, etc., revela la intención homofóbica, pero vamos a otorgar el beneficio de la duda. A partir de aquí, asumiremos, como mucha gente, que la canción “Puto” no alude al homosexual, sino al cobarde. También aceptaremos que muchas personas en la comunidad LGBT se han apropiado de ella y la usan cariñosamente. En ambos casos sigue existiendo una clara intención que no tiene sentido negar.
Una cosa es definir a un cobarde y otra asociar adjetivos para caracterizarlo. «Miedoso» y «cobarde» son sinónimos porque el significado de ambas palabras alude al temor; pero «puto» y «cobarde» en realidad no son sinónimos sino solo por el significado que personalmente le damos a la palabra “puto”, es decir que por alguna razón asociamos el significado de “puto” al de “cobarde”. Esa razón por la que se asocian ambas palabras está ligada estrechamente con la intención del hablante, la cual es muy difícil de definir, pero, por lo mismo, es a la que debemos estar atentos para interpretar la palabra “puto”. Si te dice «puto» tu mejor amigo, tu hermano, alguien que te quiere, quizá no te ofenda, pero si te dice «puto» alguien a punto de golpearte, o en una situación como la que ilustra la imagen de este artículo y que forma parte del video de la canción de Molotov… ¿Es tan difícil reconocer la intención?
Ya se ha comentado bastante que la palabra “puto” ha sido apropiada por algunos homosexuales de la misma forma que la palabra “queer”, una ofensa que se ha convertido en un estandarte de identidad, o de la misma manera en que la palabra “nigga” ha sido apropiada por la comunidad negra en Estados Unidos, pero que sigue siendo una ofensa en boca de la gente blanca. Sin embargo, la apropiación de la palabra por parte de una comunidad no elimina el uso ofensivo por parte de otra comunidad. Las palabras tienen varios significados y éstos pueden convivir aunque sean opuestos. Lo peligroso no es eso, sino negar que esto sucede a pesar de toda la evidencia.
La palabra “puto” se grita en los estadios sin fines homofóbicos, dicen, y puede ser cierto, pero también es la palabra que escuchan los homosexuales antes de ser golpeados, humillados, violados o asesinados, de acuerdo con Geraldina González de la Vega, presidenta del Consejo para Prevenir la Discriminación.
Los homosexuales pueden decirse “puto” con mucho cariño sin sentirse agredidos, pero creer que, por eso, la palabra “puto” no es ofensiva es “una manera de engañarnos… Cuando decimos que no es ése el contexto, que es otro, pues ¿cuál es? Al final lo que queremos decirle… es que es un homosexual… decir que es parte de la cultura mexicana no quiere decir que esté bien… Hay que tomarnos en serio los discursos y ser honestos con nosotros mismos. Es autoengañarse escudarse en el folclor”.
Ningún uso de las palabras es inofensivo aunque esté justificado por la ignorancia. Al hablar (al seleccionar unos vocablos y no otros) fijamos una postura ante el mundo y ante los demás, y algo peor que desconocer las raíces violentas, machistas u homofóbicas de los términos que usamos es conocerlas y legitimar esas raíces pretendiendo defender sólo las palabras.
Al final, como también ya se ha dicho, queda la opción de reconocer que nuestras palabras pueden ofender a algunas personas, a pesar de que nuestra intención no sea ésa, y buscar una mejor forma de decir lo que pensamos. Hay quien toma el ejemplo de Café Tacvba, quien decidió dejar de tocar la canción “Ingrata” y finalmente modificar la letra para hacerla feminista y dejar de pronunciar un discurso que no querían decir. Yo no espero lo mismo de Molotov ni de sus seguidores, porque no me interesa. Me conformo con que se realicen estos ejercicios de revisionismo que nos ayudan a identificar las razones por las que elegimos unas palabras y no otras.
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