Vladimir Villalobos López
“…yo
poeta derribado sobre un lenguaje ácido
me calzo
—golpeando con mi puño cerrado
a nivel de mi tabaco amantísimo—
el estupor
de este marzo de horóscopos
con la palabra ausencia,
para escribirte desde aquí,
en la ciudad de los harapos.“
Abigael Bohórquez
Para los piscis
Hace un año yo estaba en Zacatecas, justo fue el 15 de marzo cuando volví a hacer mis maletas y emprendí el camino de vuelta. En aquellos días la idea de la pandemia en México era algo que todavía no se dimensionaba del todo. Para el gobierno, era una gripita que no ameritaba cancelar el Vive Latino, que se realizó justo los días 14 y 15 de ese mes. Una semana después estaba en Aragón por una visita familiar y ésa fue la última vez que salimos en mucho tiempo (también dejé de fumar ese día).
A Zacatecas llegué del cielo. En estas fechas se viste el cielo del mejor azul / y de rosas la tierra, dice Ramón López Velarde en su poema “En el reinado de la primavera”, y había que aprovechar semejantes atavíos celestes. Fui allá porque me dijeron que ahí tendría lugar un congreso de literatura, y había que participar en esas cosas. De mi viaje recuerdo que no había medida alguna ante el inminente arribo del virus y que yo evitaba tocar cualquier superficie en el aeropuerto, por lo mismo —también recuerdo que fui al baño donde no debía y por poco pierdo el vuelo (cochinos nervios de volar), pero eso no viene al caso.
Además de presentar mi ponencia, que siempre es más un manojo de nervios, tuve chance de vagar por ahí y por allá. Los últimos días había mares y mares de gentes, incluso una boda de güeritos, que llegaron quién sabe de qué vuelo internacional, tuvo lugar en el centro de la ciudad. El segundo día fui al museo dedicado a la obra del pintor y escultor Manuel Felguérez (meses después el pintor perdió la vida a causa del covid). Lo pienso y casi puedo recordar paso a paso qué hice en ese último viaje del año pasado, pero no se trata de hablar del diciembre de ese enero.
La rutina que trajo el confinamiento achicó los días porque podemos recordar nuestras actividades que precedieron al encierro; aunque también lo ha alargado al impedirnos salir en búsqueda de aventuras. Más allá de la posibilidad de hacer todo más o menos bien por medio de internet, y de cómo esto ha subrayado las desigualdades del país, el ser humano necesita desplazarse e ir de aquí para allá, y tener contacto físico con otras personas. Incluso si éste se limita al buenos días y la sonrisa al llegar al trabajo o al “le puede pasar uno” cuando casi hay que bajar de la combi, la interacción es necesaria.
Como tenía que desocupar temprano mi habitación, decidí caminar hasta la terminal de autobuses, había llegado por el cielo mejor vestido y me iba por la tierra llena de rosas. No contaba con el horrible calor que anunciaba la primavera ese día, ni con que ir cargando mi maleta sólo empeoraba la situación (¿no será posible volver con menos cosas de las que uno lleva?). Aunque sudado, llegué a buena hora y salí rumbo a Aguascalientes, de ahí saldría el autobús nocturno que, como regalo de cumpleaños, me devolvería a casa. Recuerdo que ese día había Vive Latino porque mientras esperaba el autobús, 31 minutos se presentaba y yo veía la transmisión en internet. Recuerdo que lo más divertido eran los comentarios de la gente. Divertidos y aleccionadores (aunque ya no recuerdo quiénes se fueron de la banda ni qué voces emblemáticas se llevaron consigo).
Quizá mi aventura zacatecana, así como la cuento a medias, no sea un derroche de emociones fuertes, momentos emotivos, cómicos y que invitan a la reflexión, pero sí es mejor que cuando expuse por videollamada y compartí mal la pantalla y no se escuchaba la diapositiva (inserte ruido de grillos silentes). Lo que viene al cuerpo es que sí se extraña salir y convivir con la gente sin miedo de contagiar o ser contagiado. Y de paso pienso en qué tan oportunas y efectivas fueron las medidas y políticas para que la pandemia no se saliera de control como lo hizo (entre aeropuertos, conciertos y bodas masivas, el hubiera se aparece), quizá en el 2020 no hubiéramos estado más cerca del medio millón de defunciones por covid que del escenario catastrófico que el gobierno planteó en junio.
El fin de año pa’ recibir al 2020 lo pasé cantando canciones de 31 minutos con mi prima Camila y el resto de la familia. Hoy casi puedo asegurar que no he estado con ellos desde entonces. Pero estoy divagando, hay un vacío en mi aire metafísico… el claustro de un silencio que habló a flor de fuego, como quien sabe y dice, y esto de los ciclos siempre pone a pensar. Aún falta para que se pueda cantar victoria con estas jornadas de vacunación. Mientras, a un año, todavía podemos aprender a hacer pan de plátano, tratar de no acaparar productos del supermercado, mejor nuestra paciencia y envejecer (vivir) del modo que nos resulte mejor. Cuídense mucho.
Vocabulario
Aniversario
- Día en que se cumplen años de un suceso: “marzo está lleno de cumpleaños de gente bonita”.
- De anni (año) versar (decir versos) [me imagino]. Conjunto de versos que se hilan con el paso del tiempo, conformando poemas cada vez más extensos, hasta que ya no. Los poemas son experiencias, sonrisas, abrazos, recuerdos y hasta palabras.
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