Presentamos el segundo video de la serie «Rostros de la edición», que pretende mostrar las funciones que desempeñan los profesionales en la cadena del libro.
Esta ocasión tenemos a Estela Peña Molatore, dictaminadora y traductora con más de 25 años de experiencia en el mundo editorial, traductora y antologadora de «Walt Whitman. Origen de todos los poemas» (Unaula, 2019), además de numerosos libros de no ficción y de literatura infantil y juvenil.
Te invitamos a que sigas esta serie en la que conoceremos más sobre la trayectoria y experiencia de quienes hacen libros. Cada lunes estaremos presentando un video nuevo.
Agradecemos a Estela Peña por haber aceptado participar en este ejercicio.
Soy Estela Peña Molatore, soy traductora y dictaminadora. Quiero, en primer lugar, agradecer a Editorial Fondo Blanco por la invitación a participar en esta iniciativa que pretende visibilizar y dar a conocer el trabajo de quienes formamos parte de la cadena de producción del libro; este trabajo que, normalmente, se realiza tras bambalinas, un trabajo del que poco se habla, del que poco se sabe, y que, tristemente, poco se reconoce también, es justo decirlo.
¿Cómo incursionaste en la traducción?
Yo tengo más de 25 años dedicándome a la traducción. ¿Cómo llegué a la traducción? Hay dos caminos, podría yo decir, a grandes rasgos, para convertirse en traductor. Uno es el camino de las aulas, el camino académico y formal, y otro es el camino de la osadía y del enamoramiento y de la pasión por el lenguaje y por la palabra. Ése fue el camino que yo seguí.
Mi formación es de abogada. Yo estudié la carrera de Derecho, pero desde los primeros meses de la carrera descubrí la traducción, gracias a un profesor de Derecho romano que se enteró de que yo hablaba italiano, y me encomendó que le tradujera varios capítulos de un libro, precisamente de derecho romano, de aspectos legales y jurídicos, (¡muy interesante!), pero yo no tenía idea ni en español y mucho menos en italiano de este lenguaje y de la jerga jurídica, y tampoco conocía nada del oficio de la traducción, sin embargo, a partir de ahí, me enamoró y, desde ese momento, no he dejado de traducir —eso sucedió hace ya mucho más de 25 años.
Yo con todo el desconocimiento del mundo, pero con toda la osadía, me aventé a hacerlo. Eran épocas en las que no había internet, en las que también tener una computadora en casa era impensable, entonces fue una cosa muy rústica y yo también me valía de la ayuda de este pequeño diccionario [muestra ejemplar de Diccionario italiano- español, español-italiano, de la editorial Vox], que es un diccionario de bolsillo, que conservo, precisamente, por el valor que tiene para mí, lo que representa, pero a partir de ahí me enamoré de la posibilidad de llevar de un mundo a otro la misma idea.
Seguramente, esa traducción fue muy desafortunada, pero marcó el inicio de mi carrera en la traducción.
Así que a partir de ese primer libro me seguí, me seguí por el camino de la traducción. Durante muchos años, hice traducciones de todo tipo: traducción legal, traducción mercantil, de todo un poco. Trabajé muchos años para el Consulado de Canadá, haciendo traducciones para particulares y, con frecuencia, me encargaban libros, pero me los encargaban de manera particular.
Pasaron muchísimos años, y pude incursionar realmente ya en el mundo editorial y en la cadena de producción de libro gracias a la traducción de un libro que me encomendó un autor italiano. Él es filólogo de formación. También había cambiado el rumbo de su vida, ya no se dedicaba a esto de las letras y cuando yo empecé a trabajar con la traducción de su libro, me enteré de que él era el traductor de Tolstói, un muy reconocido traductor de Tolstói en Italia.
El autor Igor Sibaldi me ayudó y me impulsó mucho, me motivó. Me dijo: “Tienes todo lo que hace falta para ser traductora. Eres traductora. ¡Creételo!”. A partir de ahí entré directo en la industria del libro y he ido diversificando mis funciones.
¿Cuáles son tus principales funciones en el sector editorial?
Además de la traducción, he ido enriqueciendo y ampliando la colaboración que hago en el mundo editorial. Una de las funciones que más frecuente hago —todas las semanas— es la dictaminación de obras (dictaminación de manuscritos) y es algo que me ha enriquecido enormemente. Tener la capacidad y la fortuna de poder leer cualquier cantidad de cosas.
¿Qué es lo que traduzco? Hay dos grandes ramas de traducción a las que me dedico. Una es el área de no ficción y otra es la fortuna enorme que tengo de traducir [sic] literatura infantil. La literatura infantil es de lo que más disfruto hacer. Siempre lo he dicho: la literatura infantil no es cosa de niños. Claro, todos los proyectos de traducción requieren investigación, profundización, realmente no sólo se trata de pasar de un lenguaje al otro un texto, requiere mucho, pero la literatura infantil, además, requiere una gran sensibilidad y un gran conocimiento de a quién van dirigidos estos libros y la consciencia de que una buena traducción va a facilitar la lectura de un niño y eso puede hacer que se enamore y ésa es la idea. Cuando traduzco literatura infantil pienso siempre que ésta puede ser la historia que haga que un niño se convierta en lector, y esto ya, en sí mismo, es una maravilla.
¿Qué más he traducido? Bueno, también he traducido poesía. El año pasado, irreverentemente, saqué este libro [Origen de todos los poemas de Walt Whitman], que me lo publicaron en Colombia. Es una breve antología, brevísima antología de poesía de Whitman que yo elegí pensando en los jóvenes. Es poesía para jóvenes, de la poesía más carnal de Whitman. Elaboré esta antología y fue una experiencia maravillosa.
La poesía es algo que disfruto mucho. Sé que quien debe traducir poesía son los poetas, pero, bueno, yo soy muy irreverente y me aviento cosas. Ésas son pequeñas aproximaciones a otras áreas de la traducción.
¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?
¿Qué es lo que más disfruto del trabajo de traducción? La palabra, definitivamente, eso es lo que más me gusta, pero otra cosa que disfruto enormemente de la traducción es ese momento —que es un instante brevísimo y apenas perceptible casi fugaz— cuando logro escuchar la voz del autor que estoy traduciendo, cuando encuentro su tono de voz, su timbre de voz, cuando digo: “Ésta es la palabra que él habría dicho. Ésta es la palabra que, si este autor hablara español, habría elegido”. Ese momento es para mí el momento más maravilloso de la traducción.
¿Qué otra cosa disfruto muchísimo? Cuando veo la traducción ya en un libro y cuando tengo el libro entre mis manos y lo abro y veo cómo se transformó.
¿Cómo influye tu trabajo en la vida social?
¿Cómo influye mi trabajo en la vida social? Yo creo que los traductores somos un poco como Virgilio, como Beatriz: tomamos de la mano a los lectores y los acompañamos, de una suave manera, en mundos desconocidos. Les abrimos las puertas, les explicamos esos códigos secretos que hay en otros mundos, esos códigos que, de alguna manera, no podrían comprender y creo que, en ese sentido, el trabajo del traductor tiene un valor en sí mismo: acompañar a ver otros mundos y abrirnos el horizonte.
La traducción y los traductores
¿Los traductores son los actores olvidados e invisibles? Desafortunadamente, la mayoría de las veces, así es. Si bien es cierto que tú como lector, cuando tienes entre tus manos una traducción, no te debes de dar cuenta si está bien hecha, tú no la ves [sic], no debes de darte cuenta de las costuras que lleva esta traducción, la realidad es que en el mundo editorial sí falta el reconocimiento expreso de la labor del traductor, porque el traductor no nada más está copiando en otro idioma una obra; el traductor está creando, está verdaderamente creando, dando su interpretación, metiendo lo que es propio del traductor en esta obra. Claro, los traductores respetamos y conservamos la esencia y conservamos la intención del autor, conservamos la voz del autor, pero cada traducción es diferente de las demás. No hay dos traducciones iguales, y, en ese sentido, son obras únicas y debería de existir el reconocimiento a nivel autoral del trabajo de traducción.
Algunas editoriales empiezan ya a incluir, más allá de la página legal, en las portadas el nombre de los traductores, pero son muy pocas todavía. Todavía falta esta consciencia de que cada traducción es una obra en sí misma.
Tuve yo la fortuna de colaborar con una editorial, Aracne Editrice —que es una editorial italiana—, y en esta obra que les comentaba de Javier Sicilia, ellos sí [sic] aquí viene el nombre del autor, el nombre de la obra, y aquí en grande “Traducción de” y aquí está mi nombre, y en cada página, además, el nombre del autor y el nombre de la traductora. Compartimos créditos por igual. Esto, creo yo, que es un modelo que se debería de replicar en todas las traducciones, darle el crédito en portada y darle el crédito al mismo nivel que a los autores.
Creo que hay muchos esfuerzos en ese sentido, y espero que en breve empecemos a ver un cambio profundo. Es importante y es necesario reconocer la labor de los traductores como creadores de obra.
¿A qué colegas traductores admiras?
¿A quién admiro en el mundo editorial? Como traductores, admiro mucho a Selma Ancira, me parece extraordinaria traductora. Admiro a Eduardo Langagne, me gusta muchísimo también. Él es traductor de poesía, traductor de Pessoa, y sus traducciones de Pessoa las encuentro bellísimas. Hay otros traductores. México ha dado grandes traductores. Hay toda una pléyade. Están Villaurrutia, Juan José Arreola, José Emilio Pacheco, Octavio Paz. Tienen cosas muy, muy bellas en traducción y los admiro muchísimo.
En el mundo editorial, el mejor editor, sin duda, que ha dado este país, por mucho —y que en estos días se cumple un año de su fallecimiento— Ramón Córdoba, el mejor editor, además de una persona con una calidad extraordinaria.
¿Qué aprenderá el mundo editorial de esta pandemia?
¿Qué es lo que el mundo editorial aprenderá a partir de esta emergencia sanitaria? A aprovechar, sin duda, aún más estas ventanas digitales que nos permiten acercar el libro a los lectores. Lo importante es hacer llegar los libros a la gente —sea en físico, sea en digital—.
Mucha gente ahora está aprendiendo que antes no se atrevía o despreciaba de alguna manera por preferir el libro como objeto. A raíz de esta pandemia, se han aproximado al libro digital y la experiencia no ha sido decepcionante, al contrario, mucha gente la ha disfrutado y creo que el mundo editorial tiene esa posibilidad. Ya lleva un buen trecho recorrido y hay que hacerlo accesible y continuar por ahí, teniendo ambos soportes.
Creo que habrá que ver, cuando termine esta emergencia, cuáles fueron los números (en ventas), pero, sin duda, creo que en este periodo se han elevado y, posiblemente, se detone un aprecio por el libro digital.
También habrá que elaborar contenidos y jalar actores que puedan ser capaces de construir plataformas con contenidos, con valor e innovando constantemente
¿Cómo ha afectado el confinamiento en tu desempeño?
¿Cómo ha afectado el confinamiento en el ámbito de mi trabajo? Por un lado, he tenido la fortuna de seguir teniendo trabajo. Tenía ya contratados dos proyectos de traducción antes de que empezara la pandemia. Los pude concluir. Me han seguido llegando otros proyectos.
Colaboro también en el ámbito editorial, en correcciones. Como les comentaba al inicio, también me dedico a la dictaminación, leo manuscritos para su valoración. No, no me ha bajado la carga de trabajo, al contrario, lo cual agradezco mucho a las casas editoriales con las que colaboro.
Al principio, sobre todo, me costaba mucho más concentrarme, aunque el trabajo que yo hago siempre lo hago en casa, así que para mí esto de “Quédate en casa” no tuvo ninguna novedad, sin embargo, a pesar de que aquí adentro todo estaba igual, la situación de afuera afecta de alguna manera, de muchas maneras, y sí estaba un poco más distraída, me costaba concentrarme, pero pasado el primer mes de la cuarentena —porque ya llevamos casi 100 días—que me costó más, ahora ya retomé otra vez mi ritmo de concentración. Sí me ha permitido ser, en momentos, más creativa y también he tenido momentos de sequía absoluta, donde trato de escribir algo. Yo de pronto escribo cosas para mí, no es que publique, pero cosas para mí, y he tenido momentos de desierto y aridez absoluta, pero, es, creo, comprensible con todo lo que está sucediendo. Estamos en una montaña rusa, en altibajos y, repito, yo he tenido la fortuna y toda mi gratitud a las casas editoriales con las que colaboro.
Comentarios finales
Ya para concluir, reiterar mi agradecimiento a la editorial Fondo Blanco por invitarme a este proyecto e invitarlos a todos a leer, a disfrutar de la literatura y a que cuando tengan entre sus manos un libro, si no viene en la portada el nombre del traductor, lo busquen en la página legal y, quizá, encuentren que además de tener autores favoritos tienes traductores favoritos.
A mí me encuentran por ahí en Twitter en @estelapmolatore.
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