Expropiar, el mejor homenaje

Expropiar, el mejor homenaje

Por Luis Carlos Carabel

Durante los últimos días ha sido tendencia el reclamo por la publicación (obviamente ilegal, escaneada y en pdf) de un libro de Abigael Bohórquez en una insigne página web llamada Pirateca, cuyo lema es: “Los libros no se roban, ¡se expropian!” y que lanza al mundo un manifiesto con el multicitado discurso de que la cultura nos pertenece a todos y bla bla bla…

Yo estoy en favor de la cultura, y muy en contra de la piratería. Me parece increíble que la gente no entienda, no crea o no quiera reconocer la validez de los derechos de autor, porque detrás del argumento de que la cultura debe ser gratuita está el problema de la pobreza en la cultura: los pdf gratuitos se defienden con el mismo furor que se reclaman apoyos a la cultura. Los artistas no viven de los aplausos ni los escritores de sus lecturas ilegales. ¿Por qué no exigir el pago por el trabajo intelectual?

En ese manifiesto tan lleno de frases hechas que evidencia que también lo piratearon de algún lado, la Pirateca dice que: “Toda obra de arte, todo poema, toda filosofía, toda música surgen de una experiencia común, de la experiencia humana (que es invariablemente común) y por lo tanto, más que a un individuo, todo conocimiento y cultura pertenecen a la humanidad”. Muy bonitas palabras, pero ingenuas y sin ninguna conexión con la realidad social.

Con dos frases pretenden apropiarse de todas las creaciones humanas. Bueno, estoy exagerando, sólo de las obras de arte, de la filosofía, de la poesía y de la música (¿acaso los poemas y las canciones no son también obras de arte?). Nada más piden eso. Me pregunto por qué son tan humildes y no aprovecharon para apropiarse del resto de las creaciones humanas. O tal vez su redacción sea «enunciativa, más no limitativa», y ahora mismo todo lo que aprenda y haga cualquier persona ya es de la humanidad entera gracias a la Pirateca.

Leo estas ideas y me parecen de una simpleza absurda por dos razones: la primera es que se deja de lado todo el asunto económico. Me recuerda el fervor adolescente que nos hace creer que sólo de amor (y de cultura) vive el hombre, que con puro amor (y cultura) vamos a cambiar el mundo y a convertirlo en una comuna donde nada le pertenecerá a nadie sino que todos tomaremos apenas lo que necesitemos para subsistir y compartiremos con los demás el fruto de nuestro trabajo sin ser pervertidos por el cochino dinero. La segunda razón es que evidencian el prejuicio de que los libros (la cultura) nos hacen mejores personas, que nos salvan, y que por eso todos debemos leer y nadie debería ganar dinero a base de libros.

En Twitter, la Pirateca se rasga las vestiduras: “quieren que nos esperemos hasta el año 2095 para leer libremente a Abigael”, como si la vida de alguien dependiera de leerlo. Por mi parte, busco “Abigael Bohórquez” en Gandhi y me aparecen dos libros electrónicos: Heredad ($125) y Poesía en prenda ($59). No son ni $200 por los dos. En El Sótano, su Dramaturgia reunida está en $176. Si de verdad fuera un asunto de vida o muerte, ¿alguien esperaría a 2095 para leer libremente a Abigael, en lugar de pagar $360 por tres de sus libros?

Ojalá que muy pronto se nos quite de la cabeza esa frase tan equivocada de que el mejor homenaje a un escritor es leer su obra, pues los escritores son personas comunes y corrientes, con gastos, con deudas, con problemas familiares, etc., y debemos dejar de tranquilizar a nuestras conciencias con la idea de que mientras descargamos su libro escaneado el autor estará sonriendo, emocionado por la esperanza de que, si nos gusta, vayamos a la librería a comprar su libro impreso y algún día reciba un porcentaje de regalías.

Aquí regreso al manifiesto de la Pirateca para pensar en dónde nos detendremos a la hora de apropiarnos del trabajo intelectual. Si la pintura es una de las bellas artes, ¿podemos expropiarla y, digamos, llevarme a mi casa los cuadros de algún museo, ya que están cerrados por la pandemia? La escultura también es un arte. ¿Puedo intervenir a mi gusto las esculturas que encuentre en la ciudad? Por último, la arquitectura es también una de las bellas artes. No voy a decir que quiero reclamar como mío algún edificio de Santa Fe, sólo pregunto si podría acceder libremente a esa construcción que es fruto del trabajo intelectual de un arquitecto, alegando que el diseño arquitectónico surgió de una experiencia común, de la experiencia humana y que, por lo tanto, le pertenece a la humanidad entera.

Indiscutiblemente, no podría hacer ninguna de esas tres cosas, pero ¿cuál es la razón de que estén prohibidas y nadie lo discuta? ¿Por qué la Pirateca no se apropia también de eso? Éste es un punto importante: ¿no lo hacemos por un asunto legal, moral, ético o simplemente práctico? Por todos ellos. La dificultad de apropiarnos de un edificio, de una pintura o de una escultura nos hace ver ese acto como un robo y facilita a las autoridades legislar al respecto. En los libros electrónicos, como no hay ninguna dificultad práctica para apropiarnos de un archivo, creemos que tampoco existe un problema moral, ético ni legal. Si a eso se suman las ideas de que la cultura debe ser gratuita y de que un escritor es afortunado si lo leemos, páginas como la Pirateca creen ciegamente que están haciendo una labor heroica y necesaria.

Pero la ley existe y, a su modo e idealmente, funciona para ordenar las cosas. Si reconocemos el valor artístico de una obra literaria, debemos reconocer que el trabajo del autor es igual de arduo y valioso que, digamos, el de un arquitecto, y que su obra puede comercializarse de la misma forma que la de un escultor, por ejemplo, y que tiene derechos sobre su creación, entre ellos el derecho de cobrar cada vez que se utilice su obra, como en el caso de una patente, y que incluso tiene el derecho de ceder a alguien más, como a una editorial, el derecho para comercializar su obra. La ley reconoce todo esto, sólo falta que nosotros también lo reconozcamos como un verdadero homenaje a los escritores y por el bien de la cultura.

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